domingo, 28 de octubre de 2007

ELEGÍA PARA EL MAESTRO JOAQUÍN MENDÍVEL


ELEGÍA PARA UN MAESTRO

A: Joaquín Mendível

No hay que desesperarse, la vida es sólo un instante para aprender y crecer; nos veremos muy pronto en el verdadero hogar, allí donde nos vimos la primera vez, nuestro vínculo es eterno y sé me sabrás esperar hasta que cumpla el objetivo trazado, hoy tu y mi Salvador estarán guiándome ,
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de Vivianne Alegret

Que tarde celestial la tarde aquella,
que con mis labios entibié tu frente,
fue un beso dulce que quedó latente
cuando un suspiro me bajó una estrella.
Era la despedida que mas bella
quedó grabada justo en la memoria;
era solo el principio de la historia,
que comenzamos como misioneros;
era sólo un adiós por los senderos
que nos conducen a la misma gloria.

Hablamos de los dos, en la notoria
conversación exacta sin medida,
érase majestuosa la partida
de un sólo amor prendido de su euforia.
No existe ni una frase que ilusoria
pudiese desvirtuar el dulce encanto,
la tarde se cubrió de un tierno manto,
bajo el hechizo de la fantasía,
y con pausada voz el alma mía
supo decirte que te quise tanto.

Hoy mi dolor se tiñe de quebranto,
pues tu gaviota perfiló su vuelo,
la vi volar perdiéndose en el cielo
sin escuchar el eco de mi canto.
Un torrente de mi se tornó llanto
y en el paisaje de la vida pura,
te ví dormir cual frágil criatura,
te ví junto a mi Dios , te ví en la brisa,
te ví evocar de paz una sonrisa,
te ví partir sin pausa hacia la altura.

Allí quedó una triste partitura
en el atril audaz de un alma rota,
tu pentagrama llora, nota a nota,
el sollozado adiós de tu premura.
Maestro de romántica estatura;
Maestro de palomas en las manos,
hoy gimen de dolor todos los pianos,
en esta tierra de tu fértil musa,
hoy la corchea se inclinó confusa
ante el dolor de los Camagüeyanos.

Se fue un virtuoso que entre los cubanos
supo ganar su merecido puesto,
se fue un hombre sencillo, tan modesto,
que dejose un legado a sus hermanos.
Ejemplar corazón de sueños sanos,
amante del amor y de la vida,
se fue dejando escrita tras la ida
una valiosa obra consagrada,
se fue sin meditar y en su morada
hay una luz de amor siempre encendida.

Adiós Maestro, hoy te aplaudo henchida
en este verso donde te venero,
sé que me esperas en algún lucero
y entre tus brazos seré bienvenida.
Adiós gentil colega, que me anida
en el más fiel amor que se halla escrito,
el tono de mi voz gime marchito
pero con notas como cualquier día,
te entonaré una nueva sinfonía
que llegue con mi amor a tu infinito.